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Capítulo 10 – Hospital Popular Nº1 de la Ciudad X (Parte 10)
Al final, el grupo aún llevó suficientes bolsas de sangre de distintos tipos. Total, el inventario tenía espacio de sobra. Los cuatro llenaron sus mochilas antes de partir.
—Creo que la sangre fresca es mejor —murmuró el doctor Lu.
—¡Ni lo sueñes! —Qi Leren lo fulminó con la mirada, decidido a no ser el desafortunado que se desangre.
—Será mejor probar la efectividad del plasma. ¿Ven esa silueta blanca por allá? Podríamos intentarlo —dijo Su He, señalando calmadamente hacia el corredor circular al frente.
Los otros tres alzaron la vista. Desde la estructura en forma de “回” del pasillo, se podía ver claramente una figura blanca deslizándose por el pasillo del frente. No solo ahí, en las sombras por todas partes había cosas acechando, mezcladas con las sombras, ocultas en la oscuridad, observándolos con frialdad y malicia.
N/T: Esto “回” puede verse como: Una estructura cerrada o circular en sentido de circulación, donde se puede rodear el centro.
¿Desde cuándo se habían acumulado tantas?
Qi Leren sintió un escalofrío por la espalda, resistiendo el impulso de mirar atrás.
Dieron media vuelta al corredor y pudieron ver el panel electrónico del vestíbulo de la primera planta. Qi Leren se detuvo de repente, sorprendido al mirar los números:
—Esperen, miren la hora.
El doctor Lu sacó su celular. Aunque ya no tenía señal, la hora seguía visible:
—Seis y treinta. ¿Qué pasa?
Qi Leren guardó silencio, con expresión seria. Su He, a su lado, también miró el panel:
—Hospital Popular de la ciudad X le da la bienvenida
—Hora: 04:13
—¿Está mal la hora? —preguntó Xue Yingying.
—Imposible. En las películas de terror nunca hay errores sin razón. Solo pistas o… —banderas de muerte. El doctor Lu no dijo las últimas palabras, pero Qi Leren entendió el mensaje.
—Quizás a las 4:13 ocurra algo especial —murmuró Su He.
Estuvieron allí por mucho tiempo, pero la hora del panel no cambió, como si se hubiera quedado congelada.
—Las cuatro y trece… —repitió Qi Leren, mientras un torrente de ideas cruzaba su mente. ¿Qué significaba esa hora?
Pensaron y pensaron, sin hallar pistas. De pronto, Xue Yingying inhaló bruscamente, nerviosa, y tiró del brazo de Su He señalando hacia el vestíbulo. Qi Leren también miró hacia abajo y su corazón se encogió.
Una figura cubierta de sangre, con una motosierra, cruzaba el vestíbulo hacia el pasillo opuesto.
Su He les hizo señas de retroceder. Aunque por el ángulo era poco probable que el asesino los viera a menos que mirara directamente hacia arriba, preferían no arriesgarse.
Se retiraron hasta un rincón del pasillo donde no pudieran ser vistos.
Junto al mostrador de recepción había una pecera con peces dorados nadando tranquilos entre las plantas acuáticas, ajenos al peligro circundante.
Xue Yingying los observó un poco más, y de repente los peces empezaron a saltar fuera del agua lanzando un chillido extraño. ¡Definitivamente no era un sonido que un pez pudiera emitir! Era como uñas arañando una pizarra, pero aún más agudo e irritante.
Los peces dorados saltaron al suelo uno tras otro, agitándose. Uno de ellos chocó contra la pierna de Xue Yingying, que solo llevaba medias. Ella retrocedió violentamente, pálida, golpeándose contra la pared mientras se sacudía la pierna de forma histérica.
El pez que la tocó fue pateado a un lado y tras unos cuantos saltos, quedó casi muerto.
—¿Qué pasó? —preguntó Su He.
—Estaba muy frío… —dijo ella, temblando y mirando con miedo a los cuatro peces muertos.
—Los peces son de sangre fría. Sentirlos fríos es normal —comentó Lu con recelo, mirando en la dirección por donde habían venido—. Mejor nos alejamos. Este lugar está demasiado silencioso. Tal vez él haya escuchado el ruido.
Tenía razón. En el silencio del hospital, los chillidos de los peces eran demasiado estridentes. Probablemente el asesino vendría a investigar. Decidieron alejarse de inmediato.
Los dos edificios de consulta eran grandes. Si no tenían mala suerte, no era tan fácil toparse con el asesino. Guiados por el doctor Lu, familiarizado con el lugar, lograron evitar varios puntos peligrosos. Aun así, el ambiente estaba tan cargado que sentían como si algo los espiara constantemente.
—Aquí… esperen —dijo Qi Leren.
Aunque las estructuras eran parecidas, por instinto profesional, él podía reconocer ciertos detalles arquitectónicos. Este lugar le resultaba muy familiar. Demasiado familiar.
Miró una puerta de oficina que chirriaba al abrirse y murmuró:
—Por aquí debería haber un cadáver.
—¿Ah? ¿Dices que…? —El doctor Lu entendió. Estaban en el lugar donde Qi Leren se había escondido del asesino la segunda vez.
En esa ocasión, el asesino estuvo a punto de abrir el armario donde él se ocultaba, pero fue distraído por un grito cercano.
La persona que gritó probablemente no tuvo la misma suerte.
No tardaron en hallar el cadáver. Era una joven con vestido blanco, lleno de sangre ya seca. Lo más perturbador era que su cabeza estaba casi separada del cuerpo, sostenida apenas por un trozo de piel. Los brazos y piernas estaban desmembrados y tirados, y el torso, solo, yacía en el suelo como un cerdo de laboratorio.
En su mejilla había un número tallado con un objeto afilado: el número cuatro.
El olor a sangre era nauseabundo. Todos sintieron arcadas. Lu examinó el cuerpo con la nariz tapada y negó con la cabeza, sin decir nada.
Se alejaron a un lugar tranquilo para descansar y discutir.
Los fantasmas eran más numerosos que antes del anochecer, pero no atacaban directamente. Habían probado la efectividad del plasma: Su He y Qi Leren intentaron atacar a los fantasmas uno por uno, y concluyeron que el plasma funcionaba mejor que los glóbulos rojos concentrados, pero seguía siendo inferior a la toalla sanitaria que usó Xue Yingying y que hizo gritar a un fantasma.
Así que dedujeron que la sangre fresca era más eficaz.
El doctor Lu estaba obsesionado con la hora 4:13, murmurando que debía ser una pista.
—Según mis años viendo películas y jugando juegos de terror, esa hora oculta algo muy importante. En este juego, estamos en un entorno extraño. Si ignoramos al asesino como un elemento externo, entonces esto parece un juego de supervivencia con personas comunes encerradas en un espacio cerrado. El peligro principal serían los fantasmas, y para combatirlos, necesitamos encontrar un método, que parece ser la sangre humana.
Bebió un poco de agua y siguió:
—A las 4:13 debe ocurrir algo especial, quizás un estallido de fantasmas. Creo que hay una pista para evitar ese peligro, pero aún no la conocemos.
Qi Leren y Xue Yingying asintieron. Tenía sentido.
Su He, sentado tranquilamente, los miró con suavidad y preguntó.
—¿Alguna vez se han preguntado cuál es el propósito de este juego?
Los tres se quedaron perplejos.
—Al principio, el sistema dijo que esto era una “misión del pueblo principiante”. Eso implica que es como un juego en línea, y este entorno es el más simple y seguro. Entonces, ¿por qué poner a personas comunes en este lugar?
—¿Criar gusanos en una vasija? —propuso el doctor Lu.
N/T: Esto puede interpretarse como: personas que están encerradas en un entorno artificial y controlado, como en un experimento o prueba.
—Podría ser. En ese caso, tener un asesino humano sí tendría sentido. Pero no necesitaban hacerlo tan complicado. Podían simplemente colocar un fantasma poderoso que nos persiga, o darnos misiones para matarnos entre nosotros. Confiar en que una persona pierda el control y comience a matar es demasiado incierto —dijo Su He.
—Tal vez el asesino tiene una misión diferente, ¿no? Quizás su tarea es cazarnos —dijo Xue Yingying.
Su He sonrió con ternura.
—Si no aplican las mismas reglas para todos, entonces no es criar gusanos. Yo creo que ese asesino fue un accidente. Ni el sistema lo esperaba.
Después de hablar un rato sin llegar a nada concreto, decidieron seguir avanzando.
—Quiero volver a ver la pecera —dijo Lu de repente—. Siento que pasamos por alto algo.
—Estoy de acuerdo —respondió Su He con una sonrisa.
Qi Leren no objetó. Xue Yingying dudó, no quería regresar.
—Esos peces eran extraños… fríos y chillaban. No me gustaron nada —dijo, tocándose la pierna donde uno la golpeó. Aún estaba pálida.
—Solo vamos a mirar —dijo el doctor Lu.
—Si no te sientes segura, puedes esperar más lejos. Nosotros revisamos —sugirió Su He.
Ella apretó los labios y asintió a regañadientes.
Camino a la pecera fueron muy cuidadosos, temiendo toparse con el asesino. Pero tuvieron suerte. Nadie apareció y regresaron sin incidentes.
Los peces en el suelo estaban aplastados, muertos en charcos repugnantes.
—Repugnante —murmuró el doctor Lu.
Qi Leren frunció el ceño.
—¿No eran tres los peces en el suelo?
—Recuerdo que eran cuatro —dijo Su He.
—Yo también —confirmó Lu.
—Xue Yingying, ¿tú recuerdas? —preguntó Qi Leren, mirando hacia atrás.
Pero Xue Yingying, que se suponía estaba esperándolos más atrás… había desaparecido.
El pasillo estaba vacío. Las luces blancas iluminaban cada rincón.
No hay rastro de ella.
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