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Capítulo 25: La santa en los brazos del caballero

Después de estar un rato tranquila, la visión borrosa de Liliana empezó a aclararse. Con cuidado, como un cervatillo recién nacido, se levantó lentamente, y al ver que todo estaba bien esta vez, suspiró aliviada.

—Qué bien que no fue nada grave. Si me hubiera desmayado, habría preocupado a Harry-sama —murmuró mientras se acariciaba el pecho con alivio.

Tomó la canasta que había traído, la cual Harry le había pedido que llevara. Aunque no sabía para qué la necesitaba, él le había dicho que recogiera todas las flores que hiciera florecer.

—¿Será que Luaine-sama le dijo algo?

A simple vista, las rosas no parecían tener nada especial. Aunque sus tonos variaban, todas eran negras. Si brillaran o emitieran algún tipo de luz, tal vez parecerían más únicas.

—La primera vez que usé la bendición no florecieron rosas como estas, sino una tormenta de pétalos…

Recordó aquella escena fantástica de pétalos bailando en el aire bajo la luz de la luna. Era un paisaje tan irreal que probablemente no habría algo similar en el futuro.

—¿Cada vez que use la bendición de las flores sucederá lo mismo?

Por curiosidad, Liliana imaginó una tormenta de pétalos de caléndula. Bajo la luz de la luna, los pétalos amarillos y naranjas brillarían como oro. Sin embargo, las caléndulas son más pequeñas que las rosas, lo que haría que la limpieza fuera más complicada. Si cada vez que usaba la bendición las flores se esparcían así, sería un desastre en situaciones de emergencia. Dado que nunca había oído hablar de algo similar, tal vez la tormenta de pétalos era algo único de ella.

—Tendré que preguntarle a Harry-sama la próxima vez.

Como ex subcomandante del segundo escuadrón de la guardia real, encargado de proteger a la Santa de las Flores, Harry debía saber más que nadie. La idea de escuchar sobre otras santas le emocionaba, aunque Liliana no tenía idea de que las historias sobre Satina, la santa más cercana a ella, eran las menos emocionantes.

Liliana comenzó a recoger las rosas caídas una por una y las fue colocando en la canasta. A medida que continuaba con esta tarea repetitiva, su mente comenzó a divagar, pensando en cómo podría aprovechar las rosas negras en el futuro. Si iba a practicar todos los días, estaba claro que terminaría produciendo una cantidad enorme de rosas negras. Aunque quemarlas sería la solución más rápida, le parecía un acto irrespetuoso hacia las flores.

—Sería una pena que nadie pudiera apreciar las rosas que han florecido…

Liliana se sintió triste al recordar cómo, en su infancia, no recibió amor ni atención por parte de su familia. De alguna manera, se identificaba con esas rosas no queridas. Sin embargo, en Bloomgarten, conocido como el país de las flores, las rosas negras eran la única excepción, despreciadas por todos. El único lugar que conocía donde apreciaban el color negro era Stachel.

En ese momento, una idea brillante surgió en su mente.

—¡Eso es! La gente de Stachel las apreciaría con gusto.

Pensó en convertir las rosas negras en corsages, combinándolas con encaje y cintas. Sabía cómo hacerlos gracias a las lecciones de Delaney, y Harry, que era hábil con la costura, podría darle algunos consejos para hacer un prototipo.

—Me pregunto cómo reaccionará Harry-sama si le digo que quiero hacer corsages con las rosas negras.

Con lo indulgente que era con ella, seguramente la apoyaría, pero Liliana tenía la sensación de que Harry también tenía algo en mente. Si no fuera así, no le habría pedido que se llevara las rosas negras. Esperaba que ambos pudieran cumplir sus objetivos juntos.

Después de recoger todas las rosas negras esparcidas por el suelo, Liliana había reunido tantas que formaban una pequeña montaña en la canasta. Era tan pesada que apenas podía sostenerla, y sus pasos se volvieron inestables.

—Esto… creo que debería llamar a Harry-sama.

Justo en ese momento, cuando su cuerpo se tambaleó, algo ocurrió.

—¡Liliana!

De repente, sintió que su cuerpo se elevaba suavemente en el aire. Para su sorpresa, estaba siendo levantada por unos brazos fuertes y seguros.

—Oh…

Parpadeando confundida, Liliana miró hacia arriba y se encontró con el rostro de Harry.

—Harry-sama…

Aunque siempre lucía impecable y sin ningún signo de debilidad, en ese momento, Harry parecía preocupado. Su respiración agitada y sus ojos llenos de ansiedad dejaban en evidencia el apuro con el que había acudido.

(¿Hasta qué punto puede ser tan amable?)

Liliana estaba segura de que Harry había corrido lo más rápido posible para evitar que se cayera. Mientras acariciaba suavemente su desordenado flequillo con los dedos, Liliana soltó una pequeña risa.

(¿Es descortés alegrarme de que se haya preocupado por mí?)

Sin embargo, no podía evitar sentirse feliz. La alegría superaba a la culpa, y su rostro se relajó. Ante su expresión, Harry suspiró profundamente, como si hubiera soltado toda la tensión de golpe.

—Liliana…

Parecía que iba a regañarla. Su rostro, que intentaba mostrarse severo, solo hacía que Liliana se sintiera aún más encantada.

—Sí, ¿qué sucede? —respondió, con una expresión que mostraba lo mucho que le alegraba ser reprendida.

Harry vaciló ante la felicidad de Liliana, desconcertado por su actitud. Ella ladeó la cabeza de manera encantadora, lo que hizo que Harry pensara que, si la llevaba con él en ese momento, nadie podría reprochárselo. Sin embargo, aunque había dejado de ser caballero, aún se consideraba el protector de Liliana, por lo que frunció el ceño y se contuvo.

—En momentos como este, no intentes hacerlo sola, llámame. Me preocupé porque pensé que te desmayarías.

—Lo siento. Pensé en llamarte, pero parece que llegaste antes de que pudiera hacerlo —respondió Liliana con una sonrisa traviesa.

Harry sonrió también, aunque sus ojos revelaban que no podía ocultar del todo su preocupación.

—Como castigo por hacerme preocupar, te llevaré de vuelta a la Mansión de la Rosa Negra así —dijo Harry, mirándola con ojos juguetones.

—¡No puede ser…!

La proximidad inesperada hizo que Liliana se sintiera incómoda y bajara la mirada, mientras el brillo travieso en los ojos de Harry la hacía dudar

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