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Capítulo 24: La práctica de la santa
Al día siguiente llovió. Bajo una lluvia otoñal suave, Liliana salió de la Mansión de la Rosa Negra y se dirigió a la capilla que se encontraba al lado. Liliana había decidido comenzar su práctica para hacer florecer las flores de inmediato. Aunque se decía que su poder era modesto, como un simple hechizo, no podía evitar sentirse preocupada. Si el resultado fuera algo trivial, como lograr que acepten sus peticiones para la cena o conseguir pequeños descuentos en el mercado, no habría problema. Sin embargo, como no podía prever lo que sucedería, Liliana decidió ser cautelosa y evitar acciones imprudentes.
Por eso, había optado por practicar sola en la capilla, lejos de las miradas ajenas. Con la llave que Harry le había dado, entró en la capilla. Era un espacio sencillo, con paredes blancas y suelos de azulejos también blancos. Al fondo, una estatua de la diosa presidía el lugar, con un pasillo que se extendía directamente desde la puerta hacia la estatua. Aunque pequeña, la capilla desprendía una atmósfera de pureza y serenidad.
Liliana caminó lentamente hacia la estatua de la diosa, mientras el sonido suave de la lluvia golpeaba las ventanas.
—Aquí también se siente tranquilo…
La Mansión de la Rosa Negra tenía una calidez acogedora, mientras que la capilla ofrecía una sensación de frescura y limpieza, como si uno se hubiera lavado el rostro con agua fría. Liliana avanzó por el pasillo hasta llegar frente a la estatua de la diosa y se arrodilló en una postura de oración. En lugar de comenzar de inmediato, deshizo el gesto de oración, levantando las palmas hacia arriba.
—Diosa de las flores, Roselia-sama…
Cerró los ojos y pidió que una rosa floreciera. En ese instante, una suave brisa, a pesar de estar en el interior, acarició su cabello. Sintió un ligero peso en la mano, y al abrir los ojos, vio una rosa negra descansando sobre su palma.
—¡Ha florecido…!
Era la primera vez que lo intentaba, y había tenido éxito. Liliana exclamó con emoción en su voz, exaltada por el logro.
—¡Bien, seguiré practicando con este ánimo!
Llena de entusiasmo como nunca antes, Liliana repitió el proceso una y otra vez, haciendo que más y más rosas florecieran. Cuantas más rosas creaban, más se llenaba la capilla de un rico y dulce aroma.
—¡Increíble… todas están floreciendo!
En medio del abrumador aroma de las rosas, Liliana miraba a su alrededor con los ojos brillantes. Cuanto más oraba, más rosas negras florecían. No parecía que existiera la posibilidad de fallar.
—Es tan perfecto que asusta…
¿Sería esto normal?
—Siento como si alguien estuviera intentando agradarme…
Aunque no sabía exactamente a quién se refería, Liliana no podía sacudirse esa sensación. Frunciendo el ceño, inquieta, murmuró:
—No puede ser que la diosa esté preocupada por mí, ¿verdad?
Al mirar de nuevo hacia la estatua de la diosa y observar a su alrededor, Liliana notó que había varias rosas negras dispersas por el suelo blanco. El contraste entre las rosas negras y el suelo blanco era impresionante. Curiosamente, las rosas que veía ahora parecían un poco más suaves en color que las rosas de un negro absoluto que había visto durante el ritual de la santa.
Sintiendo un renovado optimismo, Liliana…
—Muy bien. Un poco más, puedo hacerlo —dijo Liliana mientras apretaba los puños y exhalaba con determinación.
Las rosas negras que había hecho florecer eran todas de diferentes tonalidades. Aunque parecieran iguales a primera vista, había una variedad de negros. Cuantas más rosas hacía florecer, más suave se volvía el color, hasta que finalmente adquirieron un tono azul oscuro, como el de la medianoche. Sin embargo, debido a la oscuridad del interior causada por el día lluvioso, Liliana no se dio cuenta de este cambio.
—…Bueno, creo que por hoy es suficiente.
No sabía cuánto tiempo había pasado concentrada en su tarea. Cuando se dio cuenta, estaba rodeada de un mar de rosas negras, formando una elegante alfombra alrededor de ella. En el reino de Bloomgarten, las rosas negras eran despreciadas, pero Liliana no podía evitar encontrarles una belleza innegable. Tal vez era porque ella misma era la Santa de la Rosa Negra.
—Aunque sea por eso, no importa. Lo bello es bello.
Recordó lo mucho que se había perturbado al verlas durante el ritual de la santa. Sin embargo, ahora podía reconocer con sinceridad su belleza.
—Si esto es así, seguro que estaré bien.
Sentía que finalmente podría aceptar tanto su papel como Santa de la Rosa Negra como la bendición de la rosa negra.
—Todo esto es gracias a Harry-sama.
Recordando la sonrisa de Harry, Liliana no pudo evitar sonreír también.
—Tengo que irme. Harry-sama me está esperando.
Ya casi era la hora del almuerzo, y su estómago, honesto como siempre, emitió un gruñido pidiendo la comida que Harry había preparado. Justo cuando se levantaba, cuidando de no pisar las rosas, sintió un mareo repentino.
—…¡Ah!
El vértigo la hizo tambalearse. Aunque sentía que podía mantenerse de pie, la sensación de peligro la obligó a agacharse de nuevo.
—Parece que practicar la bendición es más agotador de lo que pensaba.
Su juicio rápido había sido acertado, ya que su vista comenzaba a nublarse lentamente. Al recordar la primera vez que usó la bendición de la rosa negra, Liliana se dio cuenta de que había estado en cama tres días después de aquel incidente. Subestimar la práctica había sido un error.
—Ahora entiendo por qué es necesario practicar.
Todo había salido tan bien que se había dejado llevar. Liliana decidió que, en adelante, sería más cuidadosa mientras continuaba esforzándose.
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